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Cómo se propagan los patógenos de la sangre
Quizá te estés preguntando ¿cómo nos enfermamos por medio de un patógeno de la sangre? Pues bien, los patógenos de la sangre son microorganismos (tales como virus) que se encuentran presentes en la sangre humana y pueden causar enfermedades en los seres humanos. Estos incluyen, pero no se limitan a, hepatitis B, hepatitis C, y el virus de inmunodeficiencia humana que conocemos como VIH. Una enfermedad infecciosa es una enfermedad que entra en el cuerpo a través de diversas vías, y es causado por microorganismos tales como una bacteria, un hongo o un virus. Las enfermedades infecciosas pueden ir de leves a mortales. Para que la enfermedad se propague es necesario que varias condiciones estén presentes, lo que llamamos La Cadena Infecciosa. Esta consta de: un número adecuado de patógenos u organismos causantes de enfermedades en el medio ambiente. Debe existir una reserva o fuente que permita al patógeno sobrevivir y multiplicarse, como la sangre. Un medio de transmisión desde la fuente hasta el huésped. Y una entrada a través de la cual el agente patógeno puede introducirse al huésped. También se necesita de un huésped susceptible, es decir, que aún no cuente con un sistema inmunológico contra el virus o bacteria. Las estrategias de control de infecciones sirven para prevenir la transmisión de enfermedades al interrumpir uno o más eslabones de la cadena infecciosa. La principal fuente de patógenos de la sangre potenciales, es la sangre y fluidos corporales específicos, como el semen y secreciones vaginales. Otros fluidos corporales pueden contener patógenos de la sangre, especialmente aquellos visiblemente contaminados con sangre, tales como: el líquido cefalorraquídeo (que se encuentra en el cerebro), el líquido sinovial (que se encuentra en las articulaciones), líquido pleural (en los pulmones), y líquido amniótico (que se encuentra en el útero y alrededor del útero), fluido pericárdico (que está en el corazón), y el líquido peritoneal (que se encuentra en el abdomen). La orina, heces, saliva y algunos otros fluidos corporales normalmente no contienen patógenos de la sangre. Sin embargo, puede ser difícil identificar un fluido corporal, o saber con seguridad si se encuentra contaminado con sangre o no. En general, usted debería considerar cualquier fluido corporal como potencialmente contaminado con sangre, con el potencial de acarrear enfermedades transmitidas por patógenos de la sangre. Entonces, ¿cómo puede un patógeno de la sangre o enfermedad infecciosa entrar a su cuerpo? Bien, existen cuatro vías básicas de transmisión. La primera es el contacto directo. El contacto directo ocurre cuando los microorganismos son transferidos directamente de una persona infectada a otra persona. Los ejemplos pueden incluir: un tatuador que tiene una herida abierta sin cubrir y la sangre de algún cliente entra en contacto con la herida. También existe la exposición parenteral. Esto significa que la sangre infectada es introducida directamente en su cuerpo a través de la perforación de la piel. Los ejemplos incluyen: una lesión por pinchazo de aguja o un corte con una pieza afilada de material que ha sido contaminada. El contacto indirecto significa que provienen de un objeto o herramienta, y luego se introducen a través la piel abierta de la persona. Así que lo que realmente es importante aquí, es asegurarse de que estamos descontaminando cualquiera de estos objetos que de hecho podrían estar contaminados con sangre o producto sanguíneo. La transmisión aérea es otra vía de contagio. Esto sucede cuando pequeñas gotas o partículas que contienen el agente infeccioso permanecen, y su efectividad permanece durante algún tiempo, flotan en el ambiente, y luego son inhaladas al el cuerpo. Un ejemplo de esto podría ser la tuberculosis. La mayoría de los patógenos de la sangre no se encuentran dentro de esa categoría. Así que, ¿cuál es la forma más común en que los patógenos de la sangre se propagan? Las jeringas y el contacto sexual son nuestros riesgos más potenciales. El potencial de riesgo más alto al trabajar con clientes, sucede cuando un objeto afilado contaminado corta o pincha la piel. Un ejemplo podría ser: una jeringa, heridas causadas por cristales rotos, heridas por una rasuradora utilizada en un cliente, etc. Un riesgo potencial medio existe cuando un fluido corporal infectado entra en una herida abierta o una membrana mucosa, por ejemplo en los ojos, la boca, los oídos, o la nariz. El riesgo potencial más bajo es cuando una objeto contaminado entra en contacto con piel inflamada, acné o abrasión en la piel. Además de saber cómo se propagan los patógenos de la sangre, es igual de importante saber cómo NO se propagan los patógenos de la sangre: La piel intacta es nuestra primera línea de defensa contra la enfermedad. Los patógenos de la sangre no se pueden "absorber" a través de la piel intacta normal. Los Centros para el Control de Enfermedades (también conocidos como CDC) afirman que no existe un riesgo conocido de exposición con la piel intacta. A diferencia de algunas enfermedades infecciosas, los patógenos de la sangre no se contagian por contacto casual, como un apretón de manos, abrazos, manijas de puertas, o utilizar las mismas instalaciones como sanitarios o fuentes de agua.
Los patógenos transmitidos por la sangre son microorganismos (como los virus) que están presentes en la sangre humana y pueden causar enfermedades en los humanos. Estos patógenos incluyen, entre otros, el virus de la hepatitis B (VHB), la hepatitis C (VHC) y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). La fuente principal de patógenos en la sangre potenciales es la sangre y los fluidos corporales específicos. El objetivo es prevenir la propagación de patógenos transmitidos por la sangre mediante la interrupción de la forma en que se propagan utilizando estrategias de control de la infección. La principal forma en que se propagan las infecciones como la hepatitis B, la hepatitis C o el VIH es a través del contacto sexual o el abuso de drogas por vía intravenosa.